Sudán del Sur: Más allá del conflicto étnico

Autor: Karina Reaño Miranda

Resumen

El presente documento tiene como objetivo hacer una aproximación al conflicto que afecta a Sudán del Sur, el país más joven del mundo, que ha provocado más de 1,4 millones de desplazados internos, ha convertido a más de 2,2 millones de personas en refugiados o solicitantes de asilo y que ha empujado a más de la mitad de la población a una situación de inseguridad alimentaria. Asimismo, se analizan los desafíos a los que deberá hacer frente el recién conformado Gobierno de Unidad Nacional, fruto de los acuerdos de paz firmados en 2018 en Adís Abeba.

Palabras Clave: Sudán del Sur, etnia, conflictos armados, corrupción

Introducción

Sudán del Sur, oficialmente República de Sudán del Sur, es el país soberano más joven del mundo. Se encuentra en África Oriental y su capital es la ciudad de Juba. Proclamó su independencia oficialmente el 9 de julio de 2011, aunque ya contaba con su propia constitución desde diciembre de 2005.

La historia de este país ha estado plagada de inestabilidades y guerras civiles. Antes de conformarse como país independiente, fue una colonia británica y egipcia y formaba parte de una entidad denominada Sudán Anglo-Egipcio. Sin embargo, fue administrado como dos territorios diferentes, un norte musulmán y hablante de árabe, y un sur multiétnico en el que se fomentaba el idioma inglés. En 1953, se formalizó la retirada de británicos y egipcios y en 1956 se conformó la República del Sudán (constituida por ambos territorios, norte y sur) con capital en Jartum. Pero las tensiones entre ambos sectores, que afloraron un año antes, derivaron en la primera guerra civil, la cual se extendería durante casi veinte años.

Diez años después de la firma del protocolo de paz estallaría la segunda guerra civil, tras un intento del gobierno de establecer un estado islámico, que no acabó oficialmente hasta el año 2005.

Con el referendo de enero de 2011, que otorgó una mayoría de un 98,83 % a la opción independentista, se proclamó oficialmente la República de Sudán del Sur, con Salva Kiir Mayardit como presidente. Sólo dos años después, se desencadenaría una nueva guerra civil cuando el vicepresidente Riek Machar fuera acusado de intentar orquestar un golpe de estado.

En septiembre de 2018 se firmó el acuerdo de paz en Adís Abeba en el que las partes beligerantes se comprometían a formar un Gobierno de Unidad Nacional que allanase el camino hacia una paz duradera.

Etnia y conflicto

Sudán del Sur es un territorio de gran diversidad lingüística y cultural en el que, siguiendo a Langa Herrero (2014), conviven grupos étnicos nilóticos como los Dinka, los Nuer, los Shilluk y los Acholi, con etnias no nilóticas como los Azande, los Bari, los Murle o los Fertit, así como con etnias y clanes arabizados.

Actualmente, los conflictos armados más acusados se dan entre las etnias que involucran dinkas, nuers y murles.

El origen de éstos debe ser buscado siglos atrás en la historia, teniendo todos como base una utilización del territorio y los recursos de forma similar que los convierten en motivo de luchas por su control. Sin embargo, existe una constante en este y en todos los conflictos de origen étnico: las respuestas violentas son un instrumento desarrollado a lo largo de siglos de guerra por la supervivencia que se mantienen en la actualidad debido a la ausencia de instituciones de justicia neutrales que hoy deberían formar parte del Estado.

El ciclo de vida de la violencia, siguiendo nuevamente a Paterno (2020), funciona de la siguiente manera: una paz relativa, en la que grupos étnicos vecinos coexisten y cooperan de manera pacífica, se ve alterado por un incidente en el que un delincuente o grupo de delincuentes de una determinada etnia comete un delito de robo o asesinato contra otro grupo étnico. Esto desencadena automáticamente una respuesta de represalia, considerada legítima, contra todos los individuos del grupo étnico al que pertenece el perpetrador o perpetradores del delito en cuestión. La violenciaserá seguida de un acuerdo de paz que durará hasta que tenga lugar otro incidente.

Los conflictos étnicos están tan arraigados entre los sursudaneses que cuando estallan de manera severa, los líderes nacionales, lejos de actuar como árbitros neutrales, se posicionan del lado de su grupo étnico, convirtiéndose en parte del conflicto.

Un método utilizado por los sursudaneses ha sido aplicar medidas militares punitivas contra grupos étnicos violentos. Dicho método en ciertos aspectos parece haber funcionado. Sin embargo, tal como pone de manifiesto Paterno (2020), también tiene efectos contraproducentes cuando es utilizado por gobernadores y mando militares para saquear aldeas vecinas en pro de un beneficio personal.

Tales actos no son una excepción y se convierten en un añadido que no hace más que exacerbar la violencia.

En Sudán del Sur subyacen intereses por el control del poder, de los territorios, principalmente aquellos en lo que se encuentran los yacimientos petrolíferos, y de los recursos, que van más allá de conflictos de carácter étnico. Más aún, la identidad étnica ha sido utilizada o manipulada por las élites para alimentar otro tipo de luchas.

El Jefe de la Misión de Asistencia de Naciones Unidas en Sudán del Sur (UNMISS), David Shearer, manifestaba recientemente que si bien los incidentes de carácter violento habían disminuido un 64% durante el tercer trimestre de este año, más de 2.000 civiles habían muerto por la violencia intercomunitaria y local que está siendo instrumentalizada por actores externos movidos por intereses económicos y/o políticos propios.

Sudán del Sur

Ilustración 1. Situación de desplazados y puntos calientes en Sudán del Sur (noviembre 2020). Fuente:  UN Office for the Coordination of Humanitarian Affairs (OCHA)

Corrupción

La Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas en Sudán del Sur, en su cuarto informe publicado en febrero de 2020, puso de manifiesto que la corrupción y la competencia política son los principales impulsores de los conflictos étnicos y el abuso de los derechos humanos.

En este sentido, Yasmin Sooka, presidente de la Comisión, afirmaba que miembros del Gobierno estarían implicados en el saqueo de fondos públicos, lavado de dinero y evasión fiscal. Asimismo, funcionarios de alto rango habrían utilizado sus cargos para influir en las decisiones sobre la asignación de recursos estatales y adquisiciones oficiales, desviando fondos públicos para beneficio y ventaja personal.

Este tipo de delitos económicos ha supuesto un desfalco de millones de dólares de la Autoridad de Ingresos Nacionales que podrían haberse utilizado para proteger, cumplir y promover los derechos económicos, sociales y culturales de la población sursudanesa.  

Por otro lado, el informe ponía de manifiesto que existían pruebas fidedignas de que miembros de las fuerzas gubernamentales habrían suministrado armamento ligero y pesado a milicias locales para que pudieran llevar a cabo incursiones en comunidades vecinas para el robo de ganado, quema de las cosechas y saqueo de las aldeas. Esto ha supuesto un aumento de los ataques impulsados por miembros de aparato estatal y de la oposición que derivan en alarmantes tasas de desplazamientos por motivos étnicos.

Desafíos

Al recién conformado Gobierno de Unidad Nacional se le presenta un inestable escenario cuyos desafíos exigirán grandes esfuerzos para conseguir los objetivos de mantener una paz duradera en el país.

A los ya mencionados conflictos sociales y culturales, así como a las poco favorecedoras cifras de corrupción política en el país, hay que sumar los desastres naturales de este 2020 que han minado cualquier perspectiva de mejora económica.

La pandemia del coronavirus, las inundaciones ocurridas que han afectado a las cosechas, así como el recrudecimiento de las plagas de langostas del desierto han empujado a miles de personas a encontrarse en una situación grave de inseguridad alimentaria, en un país en el que el 80% de la población vive en zonas rurales y subsisten de la ganadería y la agricultura.

La Organización de las Naciones Unidas estima que para el 2021 alrededor de un 60% de la población de Sudán del Sur se enfrentará a una situación catastrófica de inseguridad alimentaria (CIF 5).

Será esencial abordar los acusados problemas de impunidad y falta de rendición de cuentas que permitan abordar las violaciones pasadas y actuales y que sean aquellos perpetradores individuales quienes respondan ante las autoridades para, de esta manera, frenar las respuestas de represalia étnica.

Karina Reaño Miranda, Antropóloga Social y Cultural y Analista de Inteligencia

Bibliografía